Decía César Vallejo, en El arte y la revolución: «La gramática, como norma colectiva en poesía, carece de razón de ser. Cada poeta forja su gramática personal e intransferible, su sintaxis, su ortografía, su analogía, su prosodia, su semántica. Le basta no salir de los fueros básicos del idioma».

Para los lectores de poesía, es habitual apreciar momentos en que los artistas se colocan en tesituras en que la lengua (en pos de la eufonía o de la máxima expresión, en el intento de condensar significado, de elevar la connotación de su lenguaje hasta cimas insospechadas, de evocar, de ir más allá o, simplemente, de hacer con su vehículo de expresión lo que les venga en gana) les hace elegir entre la gramaticalidad y la estética, lo correcto y lo bello, el yin y el yang, comer el manjar de las palabras con cubiertos o directamente con las manos.

Cuando un artista es capaz de superar la gran barrera academicista de la gramaticalidad, consciente, cuidadoso (he aquí la gran clave), consigue cambiar el lenguaje de plano, y logra efectos maravillosos, casi mágicos:

Era el abuelo y sus inmensas expediciones mirar
qué oruga viva y la caja con sus agujeritos los zapatos
lustrosos
para los Reyes Magos el séptimo no hurtar las canicas (…)

Miguel D’Ors

Pero existe entre estos casos y los que, a continuación, vamos a comentar una gran diferencia, EL MATIZ, la madre del cordero: ¿qué sucede cuando la agramaticalidad se da de forma inconsciente y descuidada? ¿Qué perversos efectos pueden producirse cuando, en ciertas manifestaciones artísticas como las canciones, se descuida en lenguaje? ¿Qué pasa cuando los errores gramaticales vuelan de boca en boca acompañados inocentemente de hermosos acordes? Pues, como podrán imaginar, absolutamente nada. Eso es cierto. Pero qué bello es cantar una canción, con o sin errores, siendo dueño y no esclavo de tu lengua.

Aquí, sin más dilación, os dejo una lista de 10 errores gramaticales en canciones que hemos escogido para hoy. Son canciones que nos encantan, y nos encantan como son, pero saber que esos errores están ahí nos hace un poquito más libres. ¿Necesitan estas canciones un corrector de estilo?

  1. «Te dije: “nena, dame un beso”, y tú contestastes que no». Mecano, en La fuerza del destino, comete un error gramatical bastante habitual en la lengua hablada, extendiendo la terminación –s, característica de la segunda persona del singular, del pretérito perfecto simple, que no debe llevarla.

 

  1. «Es probable que lo merezco, pero no lo quiero». Julieta Venegas, en su canción Me voy, quizás en la búsqueda de una rima asonante, utiliza el modo indicativo en una construcción que solo acepta subjuntivo.

 

  1. «Entodavía no le han visto por su casa…», en este caso, el Robe, cantante de Extremoduro, en su canción Pepe Botika, introduce un vulgarismo bastante extendido por algunas partes de España: «entodavía», que aparece por un fenómeno de prótesis, o en- añadido al principio de una palabra por cuestiones de evolución fonética. No se queda ahí la cosa, encontramos además un leísmo, ya que emplea el pronombre «le» como objeto directo del verbo «ver» y un loísmo, mucho más complicado de encontrar tanto en el lenguaje oral como escrito y mucho menos común que el leísmo («y lo incautaron veinte kilos de chorizo», al pobre Pepe Botika). Además, el Robe no anda corto de ejemplos para esta entrada y nos ofrece otras alteraciones gramaticales como, por ejemplo, una falta de concordancia numeral («tengo colegas en casi todas las cárcel»), que viene dada por la necesidad de acoplar el número de sílabas de la letra a un ritmo determinado (puede apreciarse de forma clara si se escucha la canción).

 

  1. «Y ahora ves diciendo a voces que ya me conoces», le dice Kase O. a una adolescente en su Gánster del amor. Y es que hasta los más grandes se ven en la necesidad de sacrificar la corrección en pro de la fonética y la rima, ya que esa -s final, incorrecta en este imperativo singular, le permitió a Kase ganar fluidez en la rima con las siguientes palabras. Hay cosas contra las que no se puede (a veces, ni se debe) luchar.

 

  1. «Habíamos quedado para irnos de copas, dígala que estoy aquí…», y, como de raperos y de pronombres átonos mal utilizados andamos sobrados, aquí el ejemplo que nos faltaba. Chojin, en su clásica Lola, nos brinda este laísmo, utilizando de forma impropia el pronombre «la» con una función sintáctica de complemento indirecto.

 

  1. «Maldecí todos los días que pasé junto a ti» nos dice afectado el cantante de La fuga en su canción Tan deprisa, y es que… tan deprisa escribimos que, a veces, nos olvidamos de conjugar correctamente los verbos. Bromas aparte, es probable que este sea uno de los casos de los que antes hablábamos y el compositor de esta canción haya renunciado a la corrección de la conjugación del verbo en favor del recurso del paralelismo en versos anteriores a este como pueden ser «decidí emborrachar mi corazón con tequila» u «hoy rompí cada verso que te escribí».

 

  1. «Yo soy de carne y hueso, porque yo sepa nunca he gritado a los cuatro vientos…». A Poncho K, en su canción Quemar los poemas, le sucede una cosa muy curiosa, probablemente, fruto de un fenómeno de ultracorrección. En este caso, se come un «que», perteneciente a la expresión «que yo sepa», creyendo que ya está incluido en el «que» anterior, que en realidad pertenece a «porque». Lo correcto hubiera sido «porque, que yo sepa», sin embargo, acostumbrados a evitar repeticiones de palabras en el lenguaje, recurrimos a mecanismos de ultracorrección y suprimimos palabras necesarias para el sentido de la oración.

 

  1. «No te quieres enterar que te quiero de verdad». Concha Velasco, la Chica yeyéy el queísmo. Parece un chiste que podríamos continuar con «entran en un bar…», pero no. No es el caso. En esta canción encontramos un claro ejemplo de un fenómeno llamado queísmo, que consiste en la omisión indebida de una preposición que viene exigida por una palabra del enunciado. Es el caso del verbo «enterarse», que rige siempre la preposición «de».
  2. «Nunca se olvida que fuiste mía». Mismo caso, misma explicación. Roberto Carlos y todos los que después versionaron esta canción (El gato que está triste y azul) se dejaron un «de» por el camino, regido por el verbo «olvidarse».

 

  1. «No digas nada, solo ponte encima mío». Un clásico error gramatical, de los de siempre, de los de toda la vida, a los que casi se les puede coger cariño. Natos y Waor, en su canción Dreams, nos ofrecen un «encima mío», así, sin anestesia. Y es necesario saber que la palabra «encima» es un adverbio, tipo de palabra que no es susceptible de ser modificada por un posesivo. Lo mismo le sucede a su compañero de oficio y escenarios Cool, que, en su aportación a la canción Trigo limpio, nos deleita con un «no pares de moverte encima mía».